sábado, 16 de diciembre de 2017

Tengo ganas. ..



Tengo una ganas locas, de pasearme por las calles de mi colonia...Sentir los aromas de la navidad, tan únicos y tan variados  que pese al tiempo y la distancia, no he olvidado. Como el aroma del pino fresco o de la manzania que uno siendo patojo más de una vez pellizco. ¡Ah! Ese aroma a tamal resien hecho o del ponche de futas o ese aroma a pólvora de cuentes y canchinflines...Esos aromas que pese a darse al mismo tiempo como en un popurri de aromas,el olfato suele distinguir, pues aquí sólo siento ese aroma a nostalgia.
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Posadas chapinas

“Posadas Guatemaltecas”

Hablar de posadas, es más que hablar, de religión, tradiciones y costumbres, es de alguna forma remontarnos de una parte de nuestra historia y de lo que habla de alguna forma de nuestra identidad.  Sus orígenes se enmarcan en una de las ciudades más bellas del mundo, la de “Santiago de los Caballeros de Guatemala” hoy Antigua Guatemala.

Fue por aquellas calles de piedra, donde el hermano Pedro de San José de Betancourt introdujo, aquella costumbre de origen español, en  el anochecer de un adviento de aire templado, con las calles iluminadas por  farolitos, que colgaban del techo de las casas…Aquello era una pequeña peregrinación, que recorría las principales calles de “La ciudad de Piedra”  llevando en una pequeña anda, las imágenes de María y José, como una remembranza  del recorrido de la “Sagrada Familia” de Galilea a Belén.

El tiempo transcurrió, mas sin embargo aquella tradición permaneció y se traslado también a la nueva capital de Guatemala, en el Valle de la Hermita. Y así esta costumbre se fue enraizando en nuestra cultura, generaciones tras generaciones han vivido el colorido y aromas de las posadas guatemaltecas.

Y así de barrio en barrio, de casa en casa se vive esa tradición en las calles de todo el país, desde Puerto Barrios  a Escuintla, del Peten a Xela, de Sololá a las Verapases…Cada región del país tiene sus particularidades  de vivir este tiempo de adviento, así como las posadas, dada la riqueza cultural, lingüística, así como de los micro climas que se manifiestan en cada región.

En La Colonia, esta costumbre vino, junto a los primeros que llegaron a vivir, a aquella península incrustada en la metrópoli capitalina; las posadas inician año tras año en el adviento, del 15 al 24 de diciembre, mas los preparativos y organización, se hace con semanas de antelación, tanto los patojos, los jóvenes y los adultos les entusiasma esta celebración.
En aquellos años, tanto el Padre Antonia y los diferentes grupos y hermandades, se reunían para organizar las posadas, así como también el grupo 51 de los scouts de Guatemala, que tenía su sede  en la única casa, que esta justo en la esquina de la 5 Ave. Y 15 calle (donde ahora, hay una tienda). El grupo 51 con su tropa de scouts, su grupo de Lobatos y Muchachas Guías, era uno de los grupos más grandes de la ciudad capital en aquellos años y por lo mismo contaban con el material humano, para realizar las posadas en grande, a lo largo y ancho de la Colonia.  Y así se les miraba, en el mes de noviembre colectando periódicos viejos, para luego venderlos y así agenciarse del dinero necesario, que siempre suponen este tipo de celebración.

Elaboraban con sus manos los farolitos de madera que forraban con papel celofán de color rojo y colocaban en medio una candela, armaban el anda y la decoraban bellamente y luego ponían las imágenes de San José y María, se hacían de los chinchines, los pitos y las caparazones de tortuga con que acompañaban, el recorrido del anda por las calles de la Colonia, con el tradicional conjunto de sonidos, hasta la puerta de entrada, donde sería recibida la posada.  Aquello era una fiesta para los patojos, cantando villancicos en el recorrido, quemando cuetillos y a la distancia sintiendo el aroma de los tamales y del ponche de frutas.  En el trayecto otros más se iban uniendo, pues todos eran bienvenidos, pues como decimos en buen chapín, “Si llegan más colados, se le echa agua al caldo”.

Al llegar a la casa que recibía la posada, a lo largo de la cuadra se quemaban cuetillos y todos salían de sus casas para unirse a la posada, el aroma de la pólvora se confundía con el de los tamales y el ponche…Y así daban inicio, aquel ritual, entre cantos y rezos:

Afuera:'
En nombre del cielo
Os pido posada
Pues no puede andar
Mi esposa amanda

Adentro:
Aquí no es mesón
Sigan adelante
Yo no puedo abrir
No sea

Afuera:
No sea inhumano
Tenganos caridad
Que el Rey de los cielos
se lo premiará

Adentro:
Ya se pueden ir
Y no molestar
Porque si me enfado
Os voy a apalear

Afuera:
Venimos rendidos
Desde Nazaret
Yo soy carpintero
De nombre José

Adentro:
No me importa el nombre
Déjenme dormir
Porque ya les digo
Que no hemos de abrir

Afuera:
Posada te pide
Amado casero
Por sólo una noche
La reina del cielo

Adentro:
Pues si es una reina
Quien lo solicita
¿Cómo es que de noche
anda tan solita?

Afuera:
Mi esposa es María
Es reina del cielo
Y madre va a ser
Del divino verbo

Adentro:
¿Eres tú José?
¿Tu esposa es María?
Entren peregrinos
No los conocía

Afuera:
Dios pague, señores
Vuestra caridad
Y que os colme el cielo
De felicidad

Adentro:
Dichosa la casa
Que alberga este día
A la virgen pura
La hermosa María

Luego los dueños de la casa,  abrían la puerta, dejando entrar a “todos los invitados”, se rezaba la novena, para  que después los patojos y grandes quebraran la piñata, sirviendo los tamales y el ponche.  Más de una vez la muchachada aprovechaba para poner música y armas la parranda. Todo aquello es parte del colorido y sabor de la “Navidad Chapina”

Cabe destacar, que tiempo después las posadas han ido viendo cambios, en cuanto a lo forma en que se realiza, no así en su esencia, por ejemplo  se empezó a montar el anda en un carro, el cual era seguido por una caravana de vehículos, los cuales bocinaban, tocaban los pitos, chinchines y la tortuga desde los carros…

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