“El Velorio”
San Baltasar Que los patojos no se vayan a enviciar.
San Gregorio Que no se nos acabe el velorio.
San Pepián Que pasan rapidito el cafecito con el pan.
San Pirrir Que los benditos chistes nos hagan reír.
San Teofilito Que den pollito.
Santa Salome Que pasen rapidito el consomé.
San Perolo
San Perolito Que den piquete pa’ que no cale el friito.
Ave María Purísima…Y por las almas del purgatorio, aquí acabamos el rezo,
Porque ya se me acabo el repertorio.
¿Cómo le va don Tin? Pues allí fregado, pero contento uste y eso hasta que me lleve esa que anda como leona, la pelona. Bueno Don Checo, lo dejo porque llevo prisa…Así que Don Tin se fue derechito para su casa y puntual como siempre, esta vez se retrasó, pues en su camino a una dama misteriosa se encontró; ya hacía algún tiempo lo había cortejado, pero el viejo condenado, le era escurridizo, pero llego el día en que la vida quiso, que se la encontrara frente a frente. Ella de reojo lo miro, el se estremeció, ella sigilosa como un gato se acercó, de un beso, la vida le arrebato. Fue un patojo, el que tirado en la banqueta lo encontró, aun tibio y con los ojos abiertos, como si fuera un tecolote y una expresión de quien ya no aguanta las ganas de ir al sanitario. Al principio se asusto, pero finalmente decidió, salir corriendo como gallito de pelea a avisar… Pronto llegaron los curiosos al lugar, antes que cualquier autoridad, entre la muchedumbre alguien lo identifico yen ese justo momento llego la autoridad, levantó un acta, sin levantar el cuerpo…Fueron los bomberos, los que finalmente se lo llevaron a la morgue del hospital.
En la morgue el médico facultativo, luego de practicar la necropsia de ley y tomarle prestados, alguno que otro órgano de su cuerpo, para que los estudiantes dejaran de imaginar lo que no podían mirar… Levantaría el acta de defunción, la cual firmaría con la mejor intensión. Mientras en la casa doña Chanita, ella lo esperaba con las champurradas tostadas y el cafecito, estilo agua de calcetín, porque así le gustaba a Don Tin. El café se enfriaba, ella lo esperaba, cuando de repente vio a una mariposa negra sobre volar la mesa y posarse en el lugar de su esposo, ¡Ave María purísima! ¡Cristo Rey! ¡Imagen consagrada! que el señor me agarré confesada; que alguien se murió, a su hijo, le aseguraba… Ella seguía los frijolitos recalentando, extrañada que su marido no regresara, cuando alguien a la puerta llamo, ella presurosa abrió un patojo en tono alucinante y delirante, la noticia le dio y le dijo: doña Chanita, Don Tin ya los colgó los tenis, pero ella no comprendió. Le digo que Don Tin ya se pasmo, ya se murió… ¡Hay patojo! No me venga con esas bromas, si Don Tin goza de buena salud, todos los días le doy su atolito de masa. No, en serio doña Chanita, lo encontraron en una banqueta, no tan lejos, con los ojos como tecolote y todo tieso. Ella sintió que el mundo se le vino encima, en eso llegaron otros vecinos a preguntar, para cerciorarse de que era cierto, de que Don Tin ya había muerto…Ella se sintió desmallar, menos mal doña Remedios llevaba su agüita de ruda, para resucitarla. En cuanto se recupero, dos vecinas se ofrecieron para ir al hospital y preguntar. Al ajustón pagaron taxi y de la emergencia, las refirieron a la morgue y allí bajito se dirigió al sótano del hospital. Aparte de tener que identificar a su marido, que yacía pálido como un hueso y remendado como un costal, tenía que pagar, si el cuerpo se quería llevar. Ya los buitres de las funerarias merodeaban el negocio. Empeñó hasta lo que no tenia y presto hasta donde no debía, pero, su marido tendría una cristiana sepultura. Al entregarle el cuerpo, junto con el acta, ella la leyó, pero no entendió, entonces al médico le pregunto, el cual con su firma atestiguo, qué el susodicho fue afortunado, pues de un ataque al corazón fue que pataleo.
En la cuadra, los vecinos se organizaron, para colaborar para el entierro. Los patojos salieron de puerta en puerta a pedir colaboración, los vecinos más allegados desocuparon la sala y dos habitaciones, que servirían como capilla ardiente, don Chepe el de la tienda, dono un canasto de pan y bolsas de café,
Otros cortaron flores de sus jardines, otros más se fueron a comprar agua ardiente, otros las barajas y los dados, el bohemio afinando su guitarra, doña Remedios la mas religiosa de la cuadra preparo su novenario y su rosario, otras señoras preparaban el café y los panitos con frijoles. Algunos parientes lejanos que nadie conocía, los cuales eran lejanos mas no por la distancia, sino por la indiferencia, también prepararon sus trajes negros, para irle a dar el pésame a los deudos y ver si de paso saldaban viejas deudas.
A don Tin lo vistieron con su traje de domingo, el cual fue el mismo que uso cuando se caso, pero al parecer el maldito traje se encogió… Doña Chanita apesara y endeudada por momentos pensaba que todo aquello no era más que una pesadilla y que pronto despertaría. No tardo en llegar el padre Tono para darle la extredicima unción, pues pensaba que Don Tin estaba enfermo, hasta que se percato que ya iba camino al cementerio. Don Apolinar sería el encargado de hacer a los demás carcajear, cuando sus chistes se pusiera a contar; Don Roque seria quien pondría a los patojos a temblar, pues él era “el cuentero”
Al ajustón y adquiriendo una que otra deuda, los sepultureros de la funeraria, trasladaron el cuerpo de Don Tin a la casa donde vivió por casi 20 años y entre los vecinos que un día le dieron la bienvenida, hoy le darían despedida, en un ambiente familiar, triste pero bullanguero y donde se aparece uno que otro extraño brindando por el muerto, pues uno al año no hace daño…donde se reza y se llora por el difunto, pero también se reviven sus memorias, se cuentan historias, se dicen chistes que provocan carcajadas, se juega y se apuesta lo que no se tiene, pero sobre todo, se demuestra que el gozo de la vida continua mas allá de la muerte, porque al fin y al cabo la vida es un carnaval.
Ave María Purísima… San Palomo ruega por él, San Clabiaso que me pasen otro baso, Santa Chimuela yo bailo la próxima con la abuela, San Victorio que no se acabe nunca este velorio…
Oxwell L’bu Copyright ©2011