martes, 12 de julio de 2011

"Nuestra Gente"

“Nuestra Gente”
(Una Historia Cotidiana)
Esos actos cotidianos, que suceden a diario, en un escenario carente de luces que resaltan esos actos sublimes y llenos de belleza, que ponen sobre la meza la nobleza del espíritu humano y que nos llevan a comprender, que son más las cosas que nos unen, que aquellas que creemos nos separan.

Esta e ...s una historia que supera mi capacidad de invención e imaginación, porque a mi parecer toca las cuerdas del alma, esas que nos hacen vibrar y ver lo bello de la vida… Y nos lleva a comprender que las cosas más valiosas que tenemos, no son aquellas que poseemos, si no las que compartimos.


En el altiplano del país de la “Eterna Primavera” llego aquella pareja sintiéndose extranjeros, apenas hablando español y mucho menos el idioma de los Mayas; en primera instancia su destino, era esa tierra mística y misteriosa donde los dioses Mayas han perpetuado su presencia, Chichicastenango, con su templo de paredes blancas, su plaza multicolor, su gente llena de amor y sus plegarias que suben con aroma a incienso. Llagaron desde el amanecer, con un grupo de turistas, en uno de esos buses que fueron hechos para autopistas y que en esos caminitos estrechos, bajan la velocidad para llenarse los ojos de paisaje. Al llegar los turistas con sus cámaras que se roban instantes y los trasladan a los álbumnes de fotos, muchas veces cargados de un equipaje que hace pesado el viaje; bajaron del autobús los turistas y el guía (un nativo del lugar) hablando perfecto ingles, explicándoles sobre las costumbres, tradiciones e historia del lugar, luego se les dejaba libres, para que pudieran “Hacer turismo” (comprar artesanías, tomar fotos, compartir con la gente), para después regresar a la hora acordada, se para continuar su viaje por la “Ruta Paraíso”.

Pero esta pareja se aventuro a ir mas allá, donde las montañas hablan y llaman, donde la marimba y la chirimía evoca a los ancestros… En su entusiasmó y alegría, perdieron la noción del tiempo y la distancia, ya que solo el manto de la noche pudo hacerlos reaccionar, pero ya era demasiado tarde para volver al lugar. Sin brújula y sin mapa, haciéndose entender con señas buscaban con desesperación el camino de regreso, pero ya para esa hora la luna se les pinto de queso y las estrellas parecían velas chispeando. Sintiéndose perdidos, los turistas buscaban un lugar donde refugiarse, pero no habían posadas, ni hoteles. Desde su ranchito de paja y adobe, los observaba aquella mujer, con su güipil tejido de abril, llamo a su esposo y en su lengua natural, le dijo que aquellas personas se habían perdido. Sin pensarlo dos veces aquel hombre de mediana estatura, cansado después de una dura jornada, le dijo a su esposa:-Mata a la gallina y prepara el caldo y las tortillas. Ella diligente hizo lo que le pidió su marido, mientras él, a señas los invito a que pasaran a su humilde vivienda, donde no habían muebles, pero la comodidad la suplía el calor de un hogar, donde no había riqueza, ni obras de arte que mostrar, pero si, un cielo repleto de estrellas a las que los grillos y los animales nocturnos, le deban serenata… La pareja se acomodo en unos banquitos hechos de madera rustica, mientras en medio de rizas, la madre junto a sus hijas preparaba la comida, la cual se cocía sobre el comal, que ardía sobre el fuego de los leños. Aquella noche fue de celebración, pues hacía ya tiempo que engordaban a la gallina, para una fecha especial, pues usualmente su comida consistía en tortillas hechas a mano, recién saliditas del comal, una taza de café y frijoles. Aquella noche los turistas no necesitaron palabras, para compartir la alegría, porque esa no tiene idioma, que se necesite interpretar. Junto a aquella familia, que les abrió no solo las puertas de su hogar, sino también la de su corazón. Degustaron del caldo de gallina, cual si fuera, un platillo de los dioses. Al llegar la hora de acostarse, aquel hombre tendió los petates y todos se acostaron, durmiendo arrullados por los murmullos de la sierra.



Al día siguiente, antes de que cantara el gallo, aquel hombre se levanto, para prepararse para la nueva jornada de trabajo, mientras su mujer ponía las tortillas en el comal. Luego salió a su trabajo, no sin antes instruir a su hijo mayor, de que atendiera y ayudara a aquella pareja, que habían hospedado la noche anterior. Mas en el camino, se encontró con el guía de aquella expedición, el cual le pregunto por aquellos turistas, él le dijo que los había hospedad la noche anterior y gusto regreso a su casa junto al guía. Al llegar los encontraron tomando café con tortilla, platicando a señas. Al verlo entrar al guía, ellos se apresuraron para hablar con él, para que este a su vez les agradeciera por todas sus atenciones y les hicieran saber que ellos pagarían gustosas, por todas las atenciones recibidas. Pero aquella familia en ningún momento pregunto por dinero. Aquellos turistas se fueron agradecidos, pero más que sorprendidos, cuando se enteraron por medio del guía, que aquella familia, aun en medio de su pobreza, estuvieron dispuestos a compartir con ellos, no lo que les sobraba, si no lo que les hacía falta.

No faltara quien piense, que esta no es una historia con la magia de los cuentos de hadas, pero a mi parecer, pone de manifiesto la nobleza de la gente, esa que no se lava cuando se le echa detergente, pero que se plancha para que no la arrugue el tiempo… Esa que es herencia de una raza, estoica, noble y con ese amor a la vida, que se traduce en amor al prójimo.
Oxwell L’bu

P.D. Esta pareja de turistas, año con año, siguen visitando a aquella familia, pudieran escogen entre miles de destinos turísticos, con hoteles de 5 estrellas, y platos exquisitos, mas ellos prefieren las tortillas recién salidas del comal.
 
Imagen: Internet

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